Al cumplir sus primeros cinco años, el Tercer Plan Nacional Decenal de Educación (Pnde) se raja en algunos de sus principales objetivos. Una realidad reafirmante de esa histórica tendencia nacional de aplazar indefinidamente la expedición de políticas públicas de largo plazo para avanzar en la construcción de un sistema educativo pertinente y equitativo.

Si bien aún no se ha efectuado la evaluación intermedia que propuso la Comisión Gestora del Pnde al Gobierno nacional, la evidencia muestra que los diez desafíos que este planteó a 2026, como escalones que posibilitan una amplia visión de país, no han sido abordados con la decisión requerida para avanzar en ello de manera clara y consistente.

Recorreré todos los 10 desafíos, pero me detendré al final en el número 9, que es el más crítico.

1. Regular y precisar el alcance del derecho a la educación

Tiene por objetivo la expedición de una ley estatutaria que haga vinculante para los gobiernos el efectivo cumplimiento del derecho a la educación. Este propósito, que quedó plasmado en el artículo 9 de la Ley General de Educación, 28 años después no ha logrado su materialización.

2. Construir de un sistema educativo articulado, participativo, descentralizado y con mecanismos eficaces de concertación

Está lejos de cumplirse, como lo demostró el Foro Educación Inicial, Primer Eslabón del Sistema Educativo organizado por la Comisión Gestora del Pnde en 2020, que hizo un claro diagnóstico de desarticulación del sistema educativo que se hace más evidente en las transiciones en los tramos críticos: de primera infancia a básica, de básica a media y de media a superior.

3. Establecer unos lineamientos curriculares generales, pertinentes y flexibles.

Una educación básica, que trata de manera marginal el aspecto más importante de la formación: el componente socioemocional y el hecho de que hoy en día seguimos con un bachillerato sin identidad, saturado de contenidos y de cátedras obligatorias, indican que en este desafío falta mucho por trabajar.

4. Construir de una política pública para la formación de educadores

Se necesita una política de cualificación docente de largo plazo que esté conectada con la transformación del sistema y con el cambio del modelo o paradigma educativo. Esto, a pesar de que el Gobierno nacional y las administraciones territoriales tienen programas de formación y la Misión de Sabios propuso un instituto especializado con este fin.

5. Transformar el paradigma educativo que ha dominado la educación

Hay que orientarlo hacia un modelo pertinente a las necesidades de la niñez y la juventud, sobre todo las de aquellos de las clases menos favorecidas, quienes inician la carrera de la vida sin el capital cultural y social que los ubique en condiciones de equidad que les permita una justa competencia. El paradigma actual de educación por competencias ha fracasado: el 70 % de los niños no logran siquiera adquirir la competencia fundamental: aprender a leer.

Intermezzo

Estos primeros cinco desafíos requieren algo que tampoco se ha logrado concretar: la convocatoria de la sociedad para la construcción participativa de la política pública; esto es, fortalecer la gobernanza y el compromiso de la nación con una visión compartida.

En este sentido, el Pnde, al igual que la Misión de Sabios, plantean un “Pacto Nacional por la Educación”: el primer desafío propone una “comisión permanente” y el segundo, tercero cuarto y quinto abogan por el consenso y la construcción participativa de diversos actores –Ministerio de Educación, secretarías de educación, docentes, familias, comunidad, instituciones educativas, empresas y grupos de interés- en la construcción de estas transformaciones.

6. Contar con la apropiación pertinente y pedagógica de las tecnologías

La brecha digital es aún muy grande. Si bien, la pandemia movilizó la iniciativa docente, el teletrabajo y el estudio remoto, el Gobierno no aprovechó para expedir la regulación que, en esta materia, ha sido aplazada por décadas. Tampoco se aprovechó para preparar a las instituciones educativas, directivos, administrativos y docentes en fortalecer sus capacidades digitales y, como la mayoría de los temas de la agenda pública, derivó en una polarización estéril entre partidarios de la presencialidad y promotores de la “virtualidad”.

7. Construir una sociedad en paz

Desde un enfoque “positivo” que promulgan especialistas como Galtung (la paz entendida no simplemente como armisticio o cese del conflicto armado, sino como la convivencia establecida sobre una base de equidad, inclusión, respeto a la ética y equidad de género) supone inéditas transformaciones estructurales para cerrar brechas. Por el contrario, el asesinato de líderes sociales, políticos, ambientales, de restitución de tierras, así como la estigmatización y persecución a docentes, son síntomas inequívocos de que se marcha en dirección opuesta.

8. Dar prioridad al desarrollo de la población rural a partir de la educación

Hay que apuntar de manera prioritaria al cierre de la principal brecha del sistema educativo. Se han registrado propuestas en los últimos periodos como el Plan de Educación Rural y políticas dirigidas a mitigar este problema, pero aún no se materializa una política que propenda por su erradicación.

10. Incorporar la investigación en todos los niveles educativos

No solo como los programas de divulgación y apropiación de la ciencia por parte de estudiantes y docentes como el Programa Ondas, que sin duda son útiles e interesantes, sino como una política que posibilite generalizar este insumo de la calidad educativa, irrigándolo hacia todos nos niveles del sistema.

9. Alcanzar un nivel de inversión en educación representado en porcentaje del PIB, y de eficiencia en el gasto público en este rubro

Está muy lejos de alcanzarse. Que en los últimos gobiernos se haya anunciado que, por primera vez, el presupuesto de educación supera al de defensa, no es una señal favorable, sino, por el contrario, es indicador del rezago de la financiación del derecho a educarse.

Varios estudios y comparaciones internacionales, como por ejemplo con países de la Ocde y con países de la región, demuestran que estamos varios puntos por debajo de lo necesario para aumentar el ingreso de docentes, de manera que sea esta una profesión atractiva para los mejores bachilleres. Tampoco se cuenta con los recursos para la infraestructura necesaria para implementar la jornada única, los tres grados de preescolar y para mejorar los resultados educativos en la educación pública. Todo ello implica elevar, por lo menos, cuatro puntos porcentuales del PIB.

Nuestra tarea como sociedad educadora es comprometer a las futuras administraciones, sin distingo de color político, con estas metas y con las transformaciones estructurales que demandan.

Las recomendaciones de las misiones de sabios y las de los planes decenales deben transformarse. Es necesario sacar estos instrumentos indicativos de la “lista de útiles inútiles” e integrar herramientas eficaces de concertación social. Se requieren, en lugar de misiones esporádicas, estructuras estables, como la Comisión permanente que propone el profesor Julián de Zubiría.

Los planes decenales deben abandonar su condición de “indicativos” y volverse vinculantes para los gobiernos que deben tener dentro de su estructura orgánica una instancia que agencie la construcción por parte de todos los actores sociales de la política pública que oriente las profundas transformaciones que requerimos como cimiento de una nueva nación.

Si los próximos gobiernos quieren ser recordados por la historia, esta debe ser su prioridad.

César Enrique Sánchez Jaramillo
Ver artículo original en la Silla Vacía:
https://www.lasillavacia.com/historias/historias-silla-llena/reflexiones-sobre-los-primeros-cinco-anos-del-plan-nacional-decenal-de-educacion/

Categorized in:

Tagged in: